martes, 26 de mayo de 2009

Cerro Blanco (Nazca)

Mi visita a Paracas fue propicia para ir a otros destinos en el departamento de Ica. Es así que aproveché para visitar la ciudad de Nazca. Aquí encontré a unos viejos amigos, Pepe y Manuel, que se preparaban para salir a Cerro Blanco, conocida como la duna más alta del mundo a donde iban a practicar Sandboarding.

Ellos me propusieron que los acompañe, así que sin pensar en lo extenuante que es el viaje hasta allí, me enrumbé con ellos a las dunas. Salimos a las 2 de la madrugada para no tener que caminar bajo el abrazador sol iqueño que puede llegar en el desierto a 35 grados. En nuestras mochilas cargamos comida para el día, agua, bloqueadores y lentes de sol. También llevamos abrigo porque este departamento se caracteriza por sus fuertes vientos, así que esta vez no desafiamos al clima.

Lo bueno de salir a esta hora, me comentaba Pepe, es que se podía observar un maravilloso cielo estrellado y con mucha suerte estrellas fugaces. Además, recorreríamos las montañas que forman parte de los Andes Peruanos.

Al llegar a la base de la duna decidimos hacer una parada. Allí Manuel sacó una botella de pisco que nos calentó la garganta y algo más. Unos cigarrillos entonaron nuestra conversación de cuando éramos chiquillos y nos peleábamos por bailar con las chicas más lindas del barrio. Descansamos una hora y a las 4 y30 de la madrugada arrancamos el ascenso hacía el cerro.

Los primeros tramos no representan mucho esfuerzo, pero apenas llegamos a la parte arenosa tuvimos que desplegar todas nuestras fuerzas para poder seguir adelante. A medida que avanzábamos, la impresionante y silenciosa masa de arena nos iba absorbiendo. A lo lejos, el sol iba dando las primeras muestras de su existencia con su tímido resplandor.

Ascender nos tomó como tres horas. Manuel no esperó que llegáramos a la cima y se comió su desayuno en el camino, pero cuando logramos coronarla fue realmente espectacular verse encima de las nubes que cubren la ciudad de Nazca.

Uno podría estarse horas de horas sentado contemplando estas formaciones que el viento crea y que acompaña con su arrollador soplido.

Lo que hicieron mis amigos fue lo que todo el mundo hace cuando llega a la cima, deslizarse por las pendientes pequeñas como forma de calentamiento y luego ir cuesta abajo por las más grandes. Por supuesto, yo era un atento observador de su diversión y de los grupos de jóvenes que a esa hora también se deslizaban con sus tablas.

Como el camino de regreso toma igual cantidad de tiempo, emprendimos el retorno al promediar las 10 de la mañana. Claro, hubo que sacar las toneladas de arena que se depositaron en nuestros zapatos, pero valió la pena el largo camino recorrido para llegar a esta cima del valle de Nazca.


Paracas y sus atractivos

Hace un par de semanas me fui de volada a la ciudad de Ica. No había vuelto hace más de un año, pero animado por mi amigo Eduardo que estuvo por allá, también me decidí a viajar.

Ahora llegar a Paracas es fácil porque lo puedes hacer con toda seguridad y directamente en Oltursa, que hace poco abrió esa ruta. La otra opción es irse hasta la localidad de Santa Cruz (kilómetro 250 de la Panamericana Sur), donde hay un cruce de caminos a varios sitios. Allí se puede abordar un taxi o colectivo para llegar a la caleta del Chaco y Puntilla en Paracas.

Como era de esperarse los servicios turísticos ya están completamente restablecidos en la zona. Las agencias de turismo ofrecen sus paquetes para conocer la Reserva Nacional de Paracas y las Islas Ballestas, y aunque ya no exista la Catedral, la zona sigue teniendo su atractivo de siempre.

Hay nuevos restaurantes, hoteles y circuitos para todos los gustos y bolsillos. Resalta la construcción de lujo del hotel Double-Tree Guest Suites de la cadena Hilton, que por los comentarios que escuché tiene lindas suites con una de las mejores vistas de la bahía. Además, su arquitectura es impresionante.

Apenas llegué a Paracas me fui caminando por el malecón del Chaco, en este lugar se pueden encontrar diversos restaurantes que ofrecen comida marina y el riquísimo pisco sour.

En el muelle de esta caleta se toman las lanchas que te llevan a conocer las Islas Ballestas. Esa mañana la afluencia de público era regular, las embarcaciones parten temprano porque el paseo dura unas cuatro horas ida y vuelta. El costo por persona para hacer el tour es de 35 soles.

El viento mar adentro es fuerte y a más de uno nos hizo tiritar. Incluso una señora que fue con sus dos niños los abrazó durante todo el recorrido por el frío que sentían.

Al cabo de dos horas llegamos a las Islas Ballestas con su innumerable población de lobos marinos. Como se sabe las lanchas no pueden desembarcar allí, pero se acercan lo suficiente para verlos. Recuerdo que la primera vez que visité las islas, había un enorme lobo marino que gruñía sobre en una roca porque había sido desterrado de la población de lobos, tras perder su reinado ante otro macho en una pelea.

Al acercarnos pudimos fotografiar a estas especies que jugueteaban cerca a nuestra lancha y otros que retozando sobre las rocas. Allí también habitan los pingüinos de Humboldt, que dicen que están en peligro de extinción. Precisamente, Eduardo me comentó que estos animalitos son víctima de los pescadores que utilizan dinamita. También de aquellos que los atrapan para tenerlos como mascotas.

Al cabo de las cuatro horas volvimos al muelle donde nos embarcamos. Ya era la una de la tarde y los jaladores de los restaurantes del malecón me rodearon para ofrecerme los platillos marinos que preparan en sus locales. Yo no pude resistirme a un rico ceviche de cojinova. Al caer la tarde, el exceso de fósforo me produjo un profundo sueño, así que terminé en los brazos de Morfeo, en el cuarto de mi hostal. Al día siguiente visitaría la Reserva Nacional de Paracas.


lunes, 25 de mayo de 2009

Punta Bombón, Mollendo


Recomendar algún lugar de nuestra costa es difícil porque todos los que conozco o mejor dicho todos los que existen son realmente grandiosos. Pero creo que esta vez, Arequipa será la elegida por sus preciosas playas, en especial las de Mollendo.

La ciudad de Mollendo está ubicada en la provincia de Islay, a 173 kilómetros de Arequipa. Conocí este lugar hace algunos años cuando viajé con unos amigos en busca de aventura. Llegamos a la ciudad blanca sin tener un lugar definido a donde ir, pero por los comentarios de uno de los lugareños supimos de Mollendo, específicamente del distrito de Punta de Bombón.

Como todo arequipeño, orgulloso de su tierra, este señor hablaba maravillas de ese lugar: que tiene hermosas playas de arena fina, que sus aguas son tranquilas, que se puede practicar deportes de aventura y acampar sin mayores complicaciones.

La primera noche la pasamos en Arequipa y nos hospedamos en el hotel Edu’s, que un amigo nos recomendó por sus precios accesibles y la confortabilidad de sus instalaciones. Al día siguiente salimos muy temprano a Punta de Bombón, que se encuentra a tres horas de Arequipa.

Allí comprobamos que no era vanidad lo que hacía hablar a este arequipeño, sino que los atractivos que nos describió fueron todos reales. El distrito cuenta con 25 km. de playas de arena fina, perfectas para acampar o pescar. Además, están libres de contaminación.

El pueblo es pintoresco con pequeñas casonas de la época republicana que todavía se mantienen hasta la actualidad. La comida es riquísima, obviamente el menú marino fue nuestro elegido, como el perol de mariscos, la zarza de lapas, el sudado de machas o el pescado frito. En realidad comimos de todo un poco.

Nuestra primera noche la pasamos en la playa, acompañados del calor de una fogata que creó el ambiente perfecto para la maratón de chistes que tuvimos hasta el amanecer.

Esta playa es ideal para pescar y marisquear, así como para darse prolongados baños en sus tranquilas aguas. Por los lugareños nos enteramos que más al norte y al sur de Mollendo hay pequeñas caletas poco concurridas, ideales también para practicar turismo de aventura. Incluso hay playas desiertas para aquellos que quieren alejarse de todo mundanal ruido. Buen viaje.

miércoles, 13 de mayo de 2009

De vuelta a Chiclayo

Hace unos días revisaba archivos en mi computadora y encontré fotografías de algunos viajes que hice hace un par de años. Me puse a mirarlas, allí estaban las fotos de mi viaje al valle de Túcume, un complejo arquitectónico de 26 huacas o pirámides de adobe rodeado por una colina amplia llamada Purgatorio.
Recuerdo que había oído comentarios de unos amigos sobre el lugar y dos semanas después enrumbé solo a este valle para conocer los colosales palacios y las extensas ciudades sagradas levantadas allí.
El recepcionista del hostal en el que me quedé me dijo que en la esquina de Manuel Pardo y Angamos podía tomar buses que me dejasen en el lugar. Ya a bordo de uno de ellos, una señora me preguntó: “¿usted no es de aquí?, verdad”, yo le dije que era chiclayano, de Pimentel y que venia a conocer Túcume.
Entonces, la señora empezó a hacerme conversación, me preguntó de qué familia era, si he vivido allí o si nací allí y luego me fui de la ciudad. Cuando absolví todas sus interrogantes, ella empezó a contarme de su familia y sobre lo impresionante que eran las pirámides de Túcume. Me dijo que fueron construidas con 140 millones de adobes durante muchos años, pues hubo varias remodelaciones. Me pareció extraordinario que una mujer de su edad, de unos 45 años quizás, sepa todos esos datos.
Mi improvisada guía turística me dijo que vivía en uno de los caseríos cercamos a la zona arqueológica y que creció viéndolos, pues cuando era chiquilla, ella y sus amigos iban hasta los alrededores y contaban historias sobre los antiguos habitantes. Obviamente, en ese tiempo, dice ella, no entendía la importancia de la zona arqueológica, simplemente pensaba que eran como casas abandonadas donde se podría jugar.
En el archivo que revisaba había más fotos sobre la ciudad de Chiclayo, del Mercado Modelo donde me comí un rico ceviche, de la Plaza de Armas y de mi natal Pimentel. También encontré fotos con las tías Mary, Socorro y Lucía.
En realidad viajar resulta una experiencia agradable. Y Más aún cuando las fotos de esos momentos guardan en el tiempo los buenos recuerdos.


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Periodista de profesión y viajero por vocación. Me dediqué al periodismo, pero cansado de cubrir noticias negativas decidí darle un giro a mi carrera. Aquí en este blog encontrarás historias de mis viajes, experiencias y anécdotas, que espero disfrutes y, sobretodo, te inviten a tomar tus maletas para conocer nuevos destinos.

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