jueves, 5 de marzo de 2009

Los sitios de Máncora

Luego del largo viaje desde Lima, Máncora es la recompensa perfecta. Apenas llegué al hotel, dejé mi maleta y salí a la playa para disfrutar del sunset. Mientras observaba este maravilloso espectáculo pensaba en los lugares que incluiría en el reportaje.
Recordé que un señor que venía a mi costado en el bus que tomé en Piura para llegar hasta aquí, me decía que Máncora era un pequeño paraíso y el lugar ideal de descanso fuera de la ciudad. Yo añadiría un paraíso con menos de diez mil habitantes.
“El clima de este pueblito es acogedor y la gente generosa y alegre. Usted puede venir todo el año y siempre encontrará sol, señor”, me decía.
Le pregunté qué sitios me sugería para visitar y me dijo con ese tonito cantado que tienen los norteños a la hora de hablar que el Pozo de Barro es un buen lugar para empezar. Este es una piscina natural con propiedades curativas y aguas que tienen altas temperaturas y que producen una relajación muscular y una sensación de bienestar.
Pensé que el primer lugar que visitaría sería ese, pero luego me dijo que los Manglares de Puerto Pizarro también son un mágico atractivo con extensos bosques acuáticos, que crean un ambiente maravilloso entre el río y el mar.
Otra opción son los paseos en bote para visitar la isla de los Pájaros, la isla del Amor y la isla Hueso Ballena. Durante este recorrido, se puede visitar un zoo criadero de cocodrilos, una experiencia realmente inolvidable.
En realidad es asombroso como la naturaleza ha diseñado cada lugar cuidadosamente para regocijo de simples mortales como nosotros.

Recuerdo de viajes

En el bus en el que viajaba a Máncora había una señora con tres niños, que eran recontra inquietos, se paraban a cada rato de sus asientos.
Lamentablemente, ella no había tomado sus precauciones y no podía controlar a sus hijos. Asumo que compró sus pasajes a última hora, y por eso no encontró asientos correlativos, pues uno de sus niños estaba sentado dos sitios delante de ella.
Tanto alboroto me hizo recordar mis viajes familiares. Mi mamá siempre nos sentaba al lado de la ventana para entretenernos con el paisaje y de esa manera evitar que nos levantáramos a cada rato de los asientos. Cuando me aburría, me alcanzaba algún cuento o juego para entretenerme. En cambio, mi hermana Sofía escuchaba su música favorita hasta quedarse dormida.

Nuestros viajes siempre empezaban al final de la tarde. Mi madre decía que era mejor porque hacía menos calor y porque dormiríamos durante la mayor parte del trayecto. En las noches nos abrigaba con alguna prenda delgada que llevaba a la mano o nos cubría con una manta, ya que siempre hacía frío.
Si por alguna razón nos sentíamos mal, ella siempre tenía remedio para todo. “Uno nunca sabe cuando a los chicos les dolería el estómago o les daría gripe”, nos decía. Por eso cargaba con su botiquín a todos lados.
En verdad es todo un tema viajar con niños, por eso no se debe pasar por alto ningún detalle, pues no sabes en qué momento puede surgir algún inconveniente en la carretera que prolongue el viaje. Me acabo de acordar que no estoy llevando bloqueador, tendré que comprar uno cuando llegue.

Hacer las maletas

El mar siempre me seduce, especialmente el de Máncora, con sus concurridas playas que me traen gratos recuerdos. Hasta allí llegué en mi viaje de promoción con mis compañeros del colegio y allí besé por primera vez a una chica a mis 16 años.Por eso cuando me contrataron para escribir un reportaje de ese balneario, el alma no me cabía en el cuerpo de la felicidad. Y es que el solo hecho de volver a reencontrarme con esos diez kilómetros de playa, esas aguas cálidas y el sol que está durante todo el año, me hacía sentir sencillamente feliz.Debo reconocer que empacar no es una tarea sencilla, sin embargo, me he convertido en todo un experto.
Mi fiel compañera de viaje es una maleta resistente, ligera y espaciosa, tiene rueditas lo que facilita su desplazamiento. A la hora de guardar mi ropa soy todo un mago ganando espacio, enrollo los polos, el pijama y la ropa casual, y los coloco en los pequeños lugares que quedan vacíos, sin abarrotar la maleta. Luego, dentro de mis zapatos o zapatillas guardo mis medias y las meto en una bolsa para no ensuciar el resto de la ropa.
Al final mis maletas quedan bien hechas, sin tener que cerrarlas a la fuerza y con todos sus candados para evitar que se abran accidentalmente. Algo que nunca olvido, es ponerle mi nombre y mi teléfono a cada maleta en la parte de adentro y afuera, no saben lo útil que resulta en caso de pérdida.Asimismo, aunque parezca una exageración, hago una lista de las cosas con las que viajo ya que una vez se extravió mi equipaje y cuando me preguntaron lo que llevaba en la maleta no me pude acordar. Por eso de ahora en adelante no paso por alto ese tedioso detalle.



El Viajero Ivan Acuña

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Periodista de profesión y viajero por vocación. Me dediqué al periodismo, pero cansado de cubrir noticias negativas decidí darle un giro a mi carrera. Aquí en este blog encontrarás historias de mis viajes, experiencias y anécdotas, que espero disfrutes y, sobretodo, te inviten a tomar tus maletas para conocer nuevos destinos.

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