viernes, 24 de abril de 2009

En busca del chinguirito

No cualquiera prepara bien el chinguirito, este platillo de mi Chiclayo querido que se hace con carne seca deshilachada del pescado guitarra, limón, sal, pimienta y cebollita. Su yuquita sancochada que se deshace con mirarla, el camotito o la canchita. Eso se me vino a la mente cuando mi amigo José me invitó a comer chinguirito a un restaurante en San Borja.
Él conocía un lugar donde preparan buena comida norteña, pero definitivamente el sabor no se compara con la sazón de la mujer de mi tierra. José me porfiaba que era el mejor chinguirito que había comido, entonces, le dije yo te voy a llevar a un lugar donde vas a comer la verdadera comida chiclayana.
Mi amigo estaba acostumbrado a mis fugas repentinas a provincia, por eso cuando le dije es viernes, nos vamos a Chiclayo, no hizo más que sonreír y decirme a ver si es cierto lo que dices. Salimos esa misma noche y recorrimos más de 700 kilómetros hasta Chiclayo.
El viaje ni lo sentimos, debo decir que fue acertada la decisión de irnos en Oltursa. La ciudad como siempre estaba calurosa, con un cielo limpio y claro. Tomamos un taxi que nos llevó al centro de la ciudad y como es costumbre nos fuimos al mercado en busca de nuestro concentrado de pescado, el famoso “Noche de Bodas”, que dicen tiene propiedades afrodisiacas.
José me decía, “ya pues a dónde comeremos ese chinguirito del que tanto hablas”. Yo le decía espera, no comas ansias que te vas a llenar. Recorrimos los alrededores y luego nos fuimos al puerto de Pimentel, que lucía igual con sus caballitos de totora y sus botes artesanales en las orillas.
Al medio día sin darle más largas regresamos a Chiclayo y fuimos al restaurante Casa Blanca, en la avenida Grau. El dueño Ricardo Giles, que estaba sentado en una de las mesas, nos dio la bienvenida. Nos invitó canchita norteña y chicha de jora para ir entonándonos.
Media hora después, los platos de chinguirito llegaban a nuestra mesa. El aroma prometía y el sabor ni que hablar. La verdad se me hacía agua la boca por probarlo. José saboreó el pescado y se quedó encantado. “Oye hermano, tenías razón es la mejor sazón que he probado”, me dijo.
Chelitas van, chelitas vienen, nos quedamos hasta el atardecer disfrutando de este reencuentro con el verdadero sabor, el de mi tierra.
Pasamos el fin de semana en Pimentel y regresamos el domingo en la noche tan cómodos como llegamos. La verdad, valió la pena este corto viaje.

3 Comentários:

Anónimo dijo...

hola amigos que bueno que hallan publicado algo tan riquisimo como este chinguirito me salio buenisimo grasias

Anónimo dijo...

Y EN QUE RESTAURANTE DE SAN BORJA ENCONTRASTE EL CHINGUIRITO??

Anónimo dijo...

ignorante ... si quieres difundir historia peruana investiga bien ..... ollantaytambo quiere decir en quechua descanso del inca

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Periodista de profesión y viajero por vocación. Me dediqué al periodismo, pero cansado de cubrir noticias negativas decidí darle un giro a mi carrera. Aquí en este blog encontrarás historias de mis viajes, experiencias y anécdotas, que espero disfrutes y, sobretodo, te inviten a tomar tus maletas para conocer nuevos destinos.

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